Blogia
Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

La literatura y el compromiso

La posmodernidad, la infantilización de la sociedad y las emisiones de los medios de comunicación han conducido a la sociedad a la falta de compromiso. No sé si se puede decir que es el mismo mensaje que emitía la iglesia –y otras religiones- el que adoptan los imperios: podrás ser feliz en la otra vida (iglesia) o podrías ser feliz a través de otra vida sólo con un poco de suerte porque la mayor parte de nosotros vivimos en el mejor lugar posible (imperios). Por eso se entiende que se entiendan tan bien. Desde ahí, y el control mediático, sólo queda decir: o estamos de acuerdo con el lugar donde vivimos o es que somos tontos. Y yo de naco, nada. Y el determinismo: los africanos es que son de África y así tienen que vivir; los habitantes de los arrabales de México, Río, Calcuta o Los Ángeles viven así porque no hay de otra. Y después el racismo encubierto que ha asolado pueblos desde el siglo XIX, inicio de tantos genocidios a la luz de la razón y los renovados y eficaces conceptos de raza e imperio que alcanzan hasta hoy.
Los poderes nos convierten en deterministas para evitar las críticas y las movilizaciones. A ello contribuyen el olvido de la Historia (o su tergiversación) y la ignorancia en que se sume el que antaño se llamó el Primer Mundo. La última generación de escritores es una verdadera muestra de la indiferencia social que vive la sociedad. El escritor ya no es un intelectual.
No obstante, hay excepciones y cada día más comienzan a resurgir los compromisos e incluso los antes indiferentes han empezado a advertir, con su madurez, la necesidad de denunciar. No hay nada más caprichoso e injustificado que un escritor indiferente. Esto no significa que su obra haya de ser necesariamente social o política. Puede mostrarse en otros medios, en diferentes ámbitos, y el compromiso no ha de ser necesariamente político o social. El escritor ha de ser intelectual. Si no, qué es, para qué escribe. ¿Para producir placer? Para eso hay otras formas y otros lugares; no nos engañemos. Hoy en día es suficiente con que ayudemos a un joven a acercarse a la lectura; no queramos además creernos que siente placer. Tal vez para que se aproxime sea importante mostrarle que su texto se imbrica en el mundo. No se necesita (ni conviene, plis) reproducir Disneylandia en los libros, ni los recursos de lo light. No quiero citar a los escritores que abusan de esto, pues están en la mente de todos y en las bibliotecas de muchos.
Después de todo, visto como se ha iniciado el siglo XXI, parece que los escritores quieren volver a ser intelectuales. El siglo XX nacía con esa figura que se fraguó en el feliz XIX y que el nefasto XX ofreció escaparates como Auschwitz, Hiroshima, Vietnam, Argelia, Cuba, Tlatelolco, Tienanmen, Palestina, Ruanda… El etcétera sería el más largo de la historia, aunque las ansias imperiales y los tentáculos del mercado hayan aminorado sus efectos o porque otras noticias se han superpuesto a las constataciones de las tragedias. Queda el periodismo, que denuncia, aunque pronto olvida. Pero también queda la esperanza de reencontrar a los intelectuales, no a los que quieren ser escritores y ganar una pasta o mostrarse ante el mundo como el “yo he escrito un libro” (aunque éste no sea meritorio). En una sociedad en la que ya no nos podemos decir las verdades ni entre los amigos, en que la sinceridad es moneda en desuso, en que la verdad está demodé, en que las identidades se han disgregado, las utopías fenecido y las esperanzas se limitan a tener un trabajo y así podernos comprar lo que anuncian en la televisión, es necesario más que nunca el intelectual. No sé si dada la incomodidad que supone para muchas entidades la presencia del intelectual, el macartismo y otras muchas persecuciones en diversos países, en distintos momentos y de diferentes signos han provocado su casi total extinción.
De cualquier forma, llamo a quienes quedan (cuyos nombres tal vez un día cite) y reclamo a quienes no quieren salirse de las directrices que marca el mercado para que en una dirección u otra, desde la derecha o la izquierda, manifiesten sus quejas acerca del mundo. Así podrá mejorarse; tal vez no el suyo, pero sí el de mucha gente si somos muchas voces, y después él se sentirá a gusto. Si no, que se coma sus libros. Siempre nos queda Edward W. Said.
La palabra intelectual nació con la Modernidad hacia 1440. La Posmodernidad la ha liquidado. Tal vez se abra una nueva época en que haya que recuperar la palabra, con su significado, y proteger a aquéllos especimenes ya raros que hoy casi sólo descansan en los estantes de las bibliotecas bajo el marbete de “clásicos”.

11 comentarios

almaeda -

A veces la exigencia del compromiso acaba convirtiéndose en una nueva forma de censura.

Juan -

Baruch,
sí, es verdaderamente cierto que a lo lejos nos puede aguardar el peligro que decía Bolaño. Por el momento, refugiémonos en los oasis y no nos dejemos confundir por los seudointelectuales y los "opinadores" excesivamente vinculados a partidos, grupos y medios. No es una operación de sálvese quien pueda sino de salvémonos todos construyendo un espacio mejor.
Saludos desde Valladolid. J.

Baruch -

Dificil me lo pone: solo comparando la preponderancia en los medios franceses (allí donde creen haber inventado el prototipo ideal y primigenio del intelectual) de especímenes como Bernard-Henri Levy (omnisciente, Jehová envuelto en una bufanda y opinando incansable sobre absolutamente todo) o André Glucksmann (verdadero Savonarola mediático, capaz de devorar crudo, como sabrosa merienda, a cualquier interlocutor que ose enfrentársele) y, frente a éstos y sus acólitos, la exótica "reserva india" donde pasean, peripatéticos y tristemente orgullosos, algunos de los intelectuales por usted citados. Si Adorno puso en duda nuestra capacidad para sobrevivir éticamente a Auschwitz (la poesía es nuestro último refugio ético, supongo yo) deberiamos replantearnos la figura del intectual, antes de que se repitan martirios laicos como los de Walter Benjamin o Marc Bloch, simples gotas en el torrente que desangró Europa ayer. Antes de que caiga sobre nuestras cabezas una nueva "tormenta de mierda", como dijo Bolaño.
Siempre quedará "Le Monde Diplomatique", o cualquier oasis similar, para que los verdaderos intelectuales que necesitamos nos puedan hablar. Si es que queda alguien dispuesto a escucharles.
Saludos desde la ciudad libre de Rijnburg.

Juan -

Even,
estoy convencido que estamos de lleno en la era de la basurización social: no hay más que ver la televisión, internet, la música, el cine, etc. Algo hay de eso de holocausto cultural para hacer surgir de él la subcultura: vender a chorros, imponer un modo de vida (los púlpitos hoy son las televisiones; de hecho los predicadores abundan en la tele) y el afán por consumir. Hay que ser rebeldes. Por ejemplo, yo hoy voy a leer la "Historia Natural" de Plinio que acaba de salir traducida completa al español, por fin. Y en ese cerco que dices me pertrecharé de buenos libros.

even -

Muy interesante... (Se perdona la escasez agosteña de post al ver después que hay novedades excelentes.)

No interesa. ¿No interesa de motu propio o alguien ha conseguido vencer con su afán de que no interese? No lo sé, lo cierto, con lo que hay que vivir, es que no interesa lo que vaya más allá del entretenimiento puro y leve. Me temo que este, el siglo XXI, será el de una nueva versión de holocausto: un holocausto cultural en el que hordas de analfabetos mentales arrinconarán a los disidentes a un getto. Lo digo en serio, es gravísimo y trágico: hay un verdadero holocausto tras el todo vale, la risa floja y los juegos florales, pirotecnia de medios de comunicación y vacío. Como decía Albert Camus, ya que no podemos vivir el tiempo de los revolucionarios, vivamos el tiempo de los rebeldes. Pero terminaremos cercados, sin duda.

Juan -

Tristán,
sí, lo creo. Tienes razón. También Francis Jameson se declara posmoderno, por ejemplo. Y es para quitarse el sombrero su compromiso desde "New Left Review" y desde sus libros. Me refería a la posmodernidad "light". Y lo de la institucionalización ateneística de la cultura, pues es eso: juegos florales para horas libres.
Salud.

Tristán Fagot -

"Haberlos haylos" pero escondidos. Además no creo que la postmodernidad esté reñida para nada con la intelectualidad. La postmodernidad la inventaron intelectuales.
No creo que para ser un intelectual sea necesario llevar amaricana de pana y fumar en pipa, ese a sido el gran chasco; los intelectuales, por miedo, no han sabido adaptarse a los tiempos que corren.
El problema son los escritores de brasero y mesa camilla, los acomodados, los ateneos, las casa de cultura, la cultura en manos del pueblo, la demagogia. En el fondo hasta el más idiota se siente intelectual, artista, genial, ese es el problema, siempre, la demagogia. El intelectual destaca y eso, el pueblo, lo odia, solo admite que la gente destaque por estúpida o freack.
Salud.

Juan -

Petra,
sí, a eso me refería, a que están neutralizados. Esa es la palabra. Lo de desapareciendo era un eufemismo: mueren personas como Said, y otros como Adorno, Nair, Chomsky, Goitysolo, y otros, se hacen mayores. El mundo y la historia siempre fue de los jóvenes y ahora parece que han sido relegados y por tanto su ánimo crítico. Aunque hay de todo.
Tienes razón: hay que debatir.
Besos. J.

petra -

Juan, coincido con tu mirada. Lo que sí, no creo que los intelectuales hayan desaparecido o estén desapareciendo. Simplemente, creo, el espectáculo "postmoderno" se encarga de neutralizarlos. De todos modos, el debate es necesario y el tema de la intelectualidad es sabroso, como para empezar.

Cariños, P.

Juan -

Tristán,
me alegro que coincidamos en esa necesidad. No va a resultar sencillo. Cada vez hay más miedos y el problema es que el mercado (con el miedo) nos atenaza. Pero sí es muy necesaria. Nos sé si cuando vayan desaparenciendo los pocos que quedan se extinguirá la especie. Esperemos que no.
Salud.

Tristan Fagot -

Hace poco escribí un artículo que habla de eso, de la urgente necesidad de intelectuales. Hoy en día casi parece un insulto, esa palabra ofende mucho, pero a mi me parece preciosa y necesaria.
Intelectuales ya!!!!!!!!!

Salud