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Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Europa (I)

Después de regresar de México e inevitablemente mirarlo desde la óptica europea, aunque con el intermedio español, parecía que el destino me ofrecía de sopetón ese rostro diferenciado. Efectivamente, la Eurocopa de fútbol y las elecciones de ayer en Europa me instalaban de lleno en el continente. El sábado me enchufé completamente al partido de España contra Rusia, casi con bandera (mi nacionalismo no llega a tanto como para poseer una bandera de mi país –mi ridículo no llega a tanto, traduzco-), y sufrí con mi selección, que salió nuevamente victoriosa frente a los gélidos rusos. Y ayer estuve desde las ocho de la mañana hasta las doce de la noche implicado como interventor en las elecciones al Parlamento Europeo. Ganaron los socialistas en España y los populares en el conjunto europeo. Pero la abstención fue enorme. Y me pregunto: ¿por qué a la gente no le ilusiona demasiado Europa? O, mejor, y más justamente: ¿Por qué los políticos no explican que la vía hoy de las naciones es el internacionalismo, la unión social y política, y que los dineros hoy se reparten en Bruselas. Desde luego que la globalización ha alcanzado a una población europea ya no europea. El individualismo impide que todos voten (en España la gente estaba en las playas y las piscinas) porque piensan que las alcaldías, autonomías y gobiernos nacionales les afectan más a sus preocupaciones. ¿Sería una solución lo que se hace en Bélgica y otros países: el voto obligatorio, como lo es pagar impuestos? Desde luego, que es importante construir Europa entre todos para hacer frente a la globalización, para afrontar el reto de un mercado canalla y convertir Europa en un centro de esperanza social y de solidaridad internacional, pacifista y democrática.
La vieja y hermosa Europa ha sido raptada por un águila enorme y trata de zafarse de un abrazo asfixiante. Paulatinamente, cada vez más la misma Europa, en otro tiempo seducida, permisiva en el rapto de Zeus, se siente menos fuerte para desembarzarse del apretón. Tan sólo el fútbol nos mantiene unidos porque el individualismo y los nacionalismos que siempre ha albergado Europa se sienten mejor representados en la lucha frente a un balón inerme (se llama “roteiro”) que frente a caballos de Troya armados. Una Europa de la paz se siente incapaz de otra lucha y ha de sobrevivir con los trojan horses que vienen inoculándola desde hace ya demasiadas décadas.

4 comentarios

even -

Era even... se me olvidó poner el nombre. El anonimato sólo vale para el Lazarillo de Tormes.

Anónimo -

Otro admirable artículo (oye, ¿tú por qué no publicas, por ejemplo, en "El Norte de Castilla"?). Yo todavía tengo mala conciencia por no haber votado en las europeas (no pude ir a mi lugar de origen). Me siento traidora de la única nacionalidad que estoy dispuesta a asumir: europea.

juan -

Petra,
así es. Es fundamental evolucionar, poco a poco, e irnos conformando en diferente forma. No obstante, el problema es que todo ahora resulta vertiginoso y apenas hay tiempo de asumirlo sin sosiego y sin diálogo.
Besos. J.

petra -

Juan, salvando las abismales diferencias, el fenómeno que planteas me da la sensación es de todo el occidente, creo que la llamada "globalización" trae consigo un reto que dice de ciertas evoluciones, ciertos paradigmas que ya no serán los mismos. Lo importante, creo, es seguir debatiendo, expandiendo las conversaciones...
un abrazo. P.