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Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Que mentira es la verdad (I)

Una amiga cubana que se ha instalado en mi barrio recién llegada de La Habana me dijo el día que nos conocimos que abandonó su país porque lo que ganaba era muy poco y deseaba venir a España a progresar. Ella es camarera en un bar próximo a mi casa. Le pregunté que si la habían contratado y me dijo que no, que ella llevaba ahora el negocio.
– ¿Lo tienes en traspaso, entonces? –le pregunté.
– Ahá. –me contestó la bonita joven.
Alguna otra cosa añadió que no recuerdo. Los días siguientes he visto a un señor autóctono entrado en edad que parece gestionar desde la cocina hasta los mandos a distancia de las parabólicas del local mientras ella continúa limpiando vasos y sirviendo vinos. Me entristeció comprobar que el supuesto traspaso no era tal y que en cambio ella había sido contratada para trabajar tras la barra. No es que esto sea algo indigno (mis lectores saben cuánto me interesan la vida de los camareros, en lo personal y en lo literario), sino la omisión de la verdad el día en que nos conocimos. Sí resultaba extraño que alguien llegue de Cuba a España para tomar el traspaso de un local bien situado y de sus dimensiones, cuando la persona que ha abandonado a su familia se ha visto obligada a ello por la penuria. La paradoja era irresoluble; pero la muchacha se sintió bien con el nuevo estatus que había aparentado frente a mí. Y yo, por supuesto, no voy a estropearle la fiesta a una mujer tan excepcional pero de circunstancias tan terribles si al menos ha encontrado un arropo a su fría necesidad en una mentira leve a un cliente al que acaba de conocer. Merece eso, cuando poco. Y su trabajo, voluntarioso e infatigable merece aún más. Pero a lo que iba con el ejemplo reciente de mi amiga era al valor actual de la verdad. Y a su estrato social: ¿es del pobre? ¿por qué el rico necesita mentir? Su temporalidad: ¿los griegos del siglo V a. C. mentían? ¿es sólo algo contemporáneo? Y su localización geográfica: ¿es americana? ¿es hispánica? ¿es global? ¿por qué mienten tanto los onubenses? Las preguntas se me agolpaban cada vez que pensaba en los engaños a que era sometido por María desde hacía años. Ahora se me revelaban en toda su magnitud, cuando veía el horizonte bajo la perspectiva de la desilusión.

2 comentarios

juan -

Petra, así es. Sí es un escudo frente al miedo. Lo de esa bonita amiga cubana fue triste. Ahora el bar está cerrado y no sé qué fue de ella.
Con cariño. J.

petra -

Encantador el relato de tu amiga cubana. Pienso que la mentira es un gran escudo de miedo, porque es tan temible la pobreza o el desprecio, la discriminación.. o el "des"amor.
Y nunca es triste la verdad, sólo que no tiene remedio, como dice el cantautor.
Cariños. P.