Blogia
Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Manolo, el del bar, al fondo (y III)

Quiero concluir esta parte, en la que he hablado poco de Manolo porque no puedo aún hacerlo, acabo de comprobarlo, con una consideración acerca de todas esas humillaciones o esas carencias que conllevaba mi relación con María. Alguien puede preguntarse que por qué seguía con ella. Y le respondería que no conoce lo que es estar enamorado después de tantos años. Yo estaba anulado –una amiga anteayer me dijo que si había perdido el alma-, pero prefería estar anulado. Y si hubiera de fingirme deprimido para que ella estuviera conmigo, lo habría fingido. Pero ya es demasiado tarde; pensé que al regreso de México, donde me invitaron a presentar la Historia de las noches, cuando sentí que el proceso depresivo había concluido, ella se alegraría. No sé si al encontrar a un nuevo hombre, más seguro, más fuerte, más ágil, se produjo lo contrario de lo que yo esperaba y el proceso se aceleró. Prefería un enfermo o a un homo casi que a un tercer hombre. Y ahora me ha convertido en un niño. Porque reconozco que mi actitud tiene mucho de niño; pero es que ahí me ha dejado y no soy capaz de salir de ese estado, del enojo callado de un niño dolido. Pero esta herida se expande y siento que se va a convertir en un cáncer sin remedio. Y quiero llorar y no puedo.

2 comentarios

juan -

even, manolo es una parte del dolor. Mañana habrá un nuevo motivo, en esa sucesión de reflexiones dolorosas y confusas. Gracias por tu interés. JV

even -

Es verdad... Falta Manolo. ¿O Manolo es, por sí mismo, toda una historia que merece su espacio propio? Y ahora... ¿hay próximo tema?