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Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Manolo, el del bar, de fondo (II)

Pero a lo que iba es a que me dejó solo con mi duelo por mi amigo Manolo y que, además, a su regreso vino de uñas. Los primeros días fueron insufribles. Finalmente me amoldé, de nuevo, a su tiranía del silencio y del hago lo que me da la gana. Eso sí, a la más mínima variación de estas normas, los gritos estaban asegurados. Y lo que quería contar es que cuando la mala me vio, ella sí me preguntó si aún me sentía afectado por la muerte de mi amigo. Parecía sincera y creo que lo era. Yo, como ahora, sufro extraordinariamente por la pérdida de Manolo, el mejor de nosotros, a quien en sus peores momentos no supimos ayudar. Su depresión le hundió hasta una profundidad a la que ya no alcanzábamos a ver, y no nos dijo nada, como siempre. Ya casi había perdido los dos pulmones, su problema en la rodilla se convirtió en irreversible tras las dos últimas operaciones de junio, y la soledad lo mató. Pues bien, me pareció que la mala sí entendía mi duelo. Sin embargo, a su regreso de las vacaciones, María no me había preguntado por mi estado y, en cambio, se lanzó a una especie de guerra de reconquista incomprensible. Hasta entonces yo podía hablar; era un derecho que me había ganado con la Constitución de 1978. Pues lo perdí el 7 de julio de 2002. Y no voy a citar otros derechos menores que me fueron conculcados en razón de ese cambio que se produjo en María. No obstante, la mala, cuando la vi en septiembre, me preguntó cómo estaba, me abrazó, me achuchó –demasiado, yo creo–. Hoy puedo pensar que la mala no era tan mala ni la aamiga ha resultado menos mala y sólo, en cambio, estulta. Es una más de las dudas que me sobrevienen, de las confusiones que han producido todo esto. Y es que yo amo a María e inconscientemente quiero exculparla de toda maldad. Ahora, por cierto, acaba de pasar aquí cerca, se acaba de levantar, y, como siempre, no dice ni hola ni buenos días. Ya estoy acostumbrado y especialmente desde el 14-S. A lo que iba desde un principio: no sé si voy a poder soportar tanta pérdida. Hace poco más de un par de meses, mi mejor amigo; ahora, María.

4 comentarios

even -

even, gracias por esas palabras. Veremos hacia dónde conduce. JV

juan -

petra, esa es la lucha: que la cabeza dirija al corazón, visto lo visto, pero el corazón carece de cerebro y no comprende. Saludos. JV

even -

Una gran novela... A la mala y a la amiga sólo les falta un nombre propio para convertirse en una gran novela sobre las relaciones humanas (las mujeres son la mitad de los seres humanos, única y simplemente eso). Oye, no veas cómo engancha esta historia, así, vista desde fuera. Manolo es el punto de desesperación inherente a la vida.

petra -

Imagino que es lo más difícil de soportar, las pérdidas; pero poco sirve el intelecto si no sabe decirle a uno la ganancia de ello. Dicen que la energía no se crea ni se destruye, que sólo se transforma (dile a tu cabeza que le diga a tu corazón).
Cariños. P.