Blogia
Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

El desencuentro (I)

Cuando uno se sume en este estado de soledad y especialmente en el momento en que la crisis se precipita, el fantasma del desequilibrio mental se cierne sobre uno. A mí me ocurre con frecuencia después de las discusiones o cuando ella se negaba a discutir porque intercambiar sus puntos de vista conmigo le suponía un esfuerzo y no podía gastar energías en ello, decía. Podía gastar esa energía en todo y en todos, pero no en mí ni en mis cosas. Con esto uno se hace idea del valor que yo tenía para ella. Se podría pensar que con estos antecedentes, lo extraño es que aún estuviéramos juntos. Ahí la economía resulta la ciencia que permite la explicación. Incluso sin Marx uno ve que la economía era la causa. Pues después de todo esto, de la invasión de la mala y del abandono, lo más lógico es que uno caiga en otra depresión, o que se reproduzca la anterior, lo cual me aterra. Sea como fuere, yo me cuestiono si todo es producto de mi paranoia –pensar que existe una confabulación entre la amiga y la mala–, de mi locura, de mi incapacidad para la relación correcta con otros humanos, o, cuando menos, mi incapacidad para mantener una relación duradera con una mujer. Y lo peor es que yo sigo pensando que me he portado bien, grosso modo. Reconozco que a veces he sido tacaño, miserable y jodón, pero en ocasiones contadas y por motivos altruistas –permítaseme el adjetivo– hacia mí, e incluso hacia ella. Mi trabajo es bastante respetable, mis libros me proporcionan un buen dinero, e incluso hay quien dice que resulto un poco atractivo. Yo no me lo creo, y de ahí mi carácter, mi tristeza y mis problemas varios. Pero a lo que iba, que después de la humillación y el abandono –he de reconocer que ella aún no se ha ido de casa, pero como si lo hubiera ya hecho: en cuanto pueda se marcharᖠyo me siento como que perdiera contacto con la realidad.

0 comentarios