Blogia
Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Y la crítica (y III)

Pero a lo que yo me aproximé al ordenador hoy era al asunto de la rueda de prensa que siguió a la presentación de la novela. Un crítico de un diario de Madrid cuyo nombre omito porque no merece constar en estas páginas... Ah, por cierto. Hay quienes se han preguntado por qué en mi obra lo desagradable para mí se vela, por qué sus nombres son sistemáticamente omitidos. A lo que contestaré que porque me parece que hay personas o instituciones que no merecen aparecer en mi obra, que, aunque modesta, es mía y yo mando, por ahora, sobre ella. También en mi casa entran quienes yo quiero. Bueno, o quienes quiere María, mejor dicho. Pero, como decía, el crítico me preguntó que por qué el protagonista se llamaba, precisamente, como yo. Yo le respondí que pensaba que merecía aparecer en una novela mía, que, repito, es mía. También soy profesor de inglés, vivo en La Rondilla, me gustan Verne, Borges y Scott e hice mi tesis sobre Defoe. Claro que no tengo un amigo detective, pero sí se llama Severo Angulo mi amigo de Hacienda. Y bien que investiga. Pero a lo que iba es a esa maldita pregunta, que me ha sumido en una serie de reflexiones acerca del problema de identidad del escritor de novelas. Por qué no podría yo protagonizar mi propia novela, si otros lo han hecho antes, aunque la mayor parte no han tenido el valor de dejar esa constancia con el nombre propio y, en cambio, se esconden tras un alias. Yo he sido más valiente, me parece. ¿No creen que Conan Doyle hubiera deseado haber sido él mismo el desvelador del misterio de Utah? ¿O Chandler, deambular por unas calles lluviosas con los ojos bajos para evitar la mirada de Carmen Sternwood? ¿O que Stevenson hubiera pasado una temporada de su infancia a bordo de la Hispaniola a pesar de John Silver el Largo? Pues yo he dado un paso más en la narrativa contemporánea. Me parecía que el nuevo milenio había de iniciarse con un nuevo riesgo narrativo: el autor es el protagonista, que asuma ese peligro. Y el crítico me arroja esa pregunta con la ignorancia lectora de un analfabeto. Entonces me pregunté temeroso: si un crítico no había captado esa aventura estructural, qué captaría el lector común.

0 comentarios