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Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

Y la crítica (II)

Hace tres meses que comencé estas reflexiones y varias circunstancias me han hecho retomarlo, me temo que por un buen tiempo, pues han concurrido en mi vida diversas circunstancias que me impelen a tomar la pluma, como se dice, y porque no tengo ideas ni ganas de reiniciar nada mientras comienzo las presentaciones por cajas de ahorro, grandes almacenes, alguna librería y otros lugares sí más propios. Los viajes en tren, las esperas en emisoras de radio o en los pasillos de diarios y otros medios puedo distraerlos con la redacción de alguna nota que desarrollaré en la soledad de las noches de hotel. Y ha de recordarse que estas líneas quieren convertirse en terapia o foro de reflexión privada acerca de cuanto me preocupa o pienso que ha de razonarse acerca de las contingencias del acontecer diario. Lo digo porque se puede creer desde ahora que esto será un combate de él contra ella, y nada más lejos de mi intención. Claro que María es lo que más me preocupa, pero también me inquietan otros aspectos de la realidad cotidiana. Y ahora iba por la presentación, a la que no acudieron demasiados medios, pero no es de extrañar tras cinco años de silencio. Con silencio me refiero a los años de sufrimiento que he pasado encerrado para parir la que creo mi mejor obra. Es una novela larga, lo cual siempre impresiona así de primeras, y muy rica. El argumento es complejo, porque se entrecruzan varias historias en una trama mágica que va desde La Rondilla de fin del milenio hasta las oleadas migratorias de los pueblos indoeuropeos. Hay dos crímenes, viajes, objetos ocultos, manuscritos, druidas contemporáneos, infiernos, nostalgia, amistad, apocalipsis y búsquedas de orígenes. Resulta una novela total. Ya sé que no están de moda, pero salió una novela total que reconstruye el poblamiento de La Rondilla desde las llegadas de los primeros celtas a este valle hasta los crímenes perpetrados sobre dos profesores universitarios en mi ciudad y en otra escocesa que está en la mente de todos (por fortuna, la prensa ha voceado mucho este hallazgo). La trama se desarrolla fundamentalmente en estas dos ciudades, pero también marcha a Irlanda, Galicia, Centroeuropa y los caminos de las migraciones, desde las riberas del mar Negro hasta las orillas norte y sur de la cuenca mediterránea (no anticipo más: el que quiera saber más que se la compre). Es una novela ambiciosa y muy arriesgada, compleja (una periodista metida a novelista de éxito dijo de la suya que era una “novela cóctel”). Al asumir este riesgo por fin he logrado lo que había soñado desde que quise ser escritor: conseguir la novela de Valladolid. Esta idea me la habían pisado varios últimamente. No quiero mencionar sus nombres, porque no merecen aparecer aquí. El caso es que mi novela, iniciada en 1996, se ha prolongado en su confección hasta hoy. Y lo peor de todo es que me encontraba ya tan angustiado ante tanto robo de ideas que preferí darla por terminada. La mayor parte de las historias quedan cortadas sin más, pero el lector las completará a su gusto. No podía ya terminar tan magna obra, ni sabía por dónde, la verdad sea dicha. Pero el dejar así esas historias, lo que aporta un sabor antiguo, de manuscrito cercenado, de ruina viva que espera la restauración de un discípulo o la reconstrucción de un crítico avisado. Traté de creerme que esa era una solución: dejar todo sin terminar y que el lector se las componga. No se podían desperdiciar tantas brillantes ideas y un mundo tan abigarrado como el que presenta la obra. También hay escultores que realizan una figura humana sin cabeza o sin brazos, o un busto, simplemente, o pintores que solucionan su cuadro con tres brochazos, muy bien pensados, dónde se imprimen esos colores, pero tres, ni más ni menos, y ahí están expuestos en el Patio Herreriano como la octava maravilla del mundo. ¿Por qué no un escritor puede cercenar su historia y ofrecer a los lectores ese espacio a la libertad de su creación?

2 comentarios

juan -

Así es.

petra -

¿Por qué no un escritor puede cercenar su historia y ofrecer a los lectores ese espacio a la libertad de su creación?
Interesante lo que dices, siempre he pensado que, de algún modo, eso sucede siempre. Y que la intención del autor quedará siempre, en entrelíneas.
Saludos. P.