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Vida y opiniones del caballero Juan Vergescott

© El vendedor de historias (y II: el nombre [b1] Pablo Neruda)

Creo que lo que quería decir era que el nombre importa poco. Esta idea ya la explicó Borges en el primer relato de Ficciones: en Tlön “es todo poderosa la idea de un sujeto único”, dice. Afirmaciones semejantes aparecen en los cuentos subsiguientes y en sus numerosos herederos. Esto demuestra un cierto consenso. Entonces, ¿qué importa el nombre? Todos, a fin de cuentas, aun con nuestro prurito de originalidad no dejamos de ser plagiarios de la tradición que nos vamos conformando. Así sucede en mis novelas. Entonces, ¿por qué el nombre? Desde luego que hay quienes consideran el nombre como la firma bajo la que se depositan los royalties de derechos de autor, y hay algunos que para protegerlos recurren a las manos (yo sé de uno, muyyyy famoso, aunque genial, que dicen que llegó a este caso). No lo digo porque le encantan los pleitos y romper con sus amistades.
Yo no soy así. Estoy un poco en el medio. Ofrezco historias y las vendo. Otros venden componentes industriales, tornillos y otras piezas en las ferreterías, colores para llenar la paleta de un pintor. Yo vendo temas o, mejor, asuntos a desarrollar, como ya dije. ¿Por qué? Porque considero que la autoría es una propiedad pero transportable y vendible (ni modo: estamos en el mercado y nos hemos dejado vencer por su tiranía). Todo comenzó con Rubén Darío en Chile: el antiburgués se vende a la burguesía que compra sus productos y así come, o bebe, mejor dicho. Y así seguimos. Él mismo, por cierto, o Neruda, además, se transformaron en el escritor al adoptar otros nombres. El autor es el “otro”, diferente de la persona, entonces.

2 comentarios

Juan -

Petra,
tengo que ver esa película para ver lo que dices. Ya estoy leyendo el libro de Moore que me dijiste (y yo tenía en la cola de libros para próximas lecturas en mi mesa) y la tembladera intelectual se me está acentuando al leer tanto terror.
Besos. J.

Petra -

Creo que el nombre de un autor difiere mucho del nombre que al oírlo nos obliga a voltear la cabeza para ver quien nos llama.
Hay una película de Hayao Miyasaki, el viaje de Chihiro, en dibujos animados, en donde la protagonista es atrapada por una "bruja" cuyo embrujo consiste en que ella va olvidando su nombre... su esencia. Es curioso, pero el autor de esa película lo hizo a propósito de todo esto que mencionas.
Cariños, nombrado Juan.